domingo, 29 de julio de 2007

EL PODER DE UN ABRAZO


Había recibido el email informándome que Amma venía a Chile, me interesó pero luego (a lo Mafalda) lo urgente tomó mi tiempo dejando de lado lo importante y lo olvidé. El jueves una amiga a través de msn me dice '¿vamos a ver a la mujer que abraza?' '¿la mujer que abraza?' respondí yo. 'Sí, hay una mujer que viaja por todo el mundo y abraza a las personas'. Ahí me acordé, era Amma, de la que nunca había escuchado antes.

Abraza, pensé yo, sólo hace eso, abrazar. 'Hoy salió en las noticias que más de 4.000 personas han ido a que las abrace' seguía escribiendo mi amiga. ¡Más de cuatro mil personas! ¡qué necesidad de abrazos que todos tenemos! de un abrazo acogedor, sincero, desinteresado, de amor incondicional. ¡Me inscribo! ¡Ya! Y así fue como el viernes, partimos las dos a Espacio Riesco a que Amma nos abrazara.

La multitud era enorme pero todo estaba muy bien organizado. Españoles con sus 'zetas' ordenaban las filas de personas, hombres, mujeres, niños, bebés, de todos los tipos, razas e idiomas. Por un lado se escuchaba francés, por otro inglés, más allá portugués y unas palabras en italiano llegaban a mis oídos. Dos pantallas gigantes mostraban a Amma abrazando. Todos esperaban su turno con ansiedad, pendiente de sus números (tokens). Grupos de música hindú, altiplánica, folklórica del estilo de Charo Cofré se presentaban en un escenario. Puestos con recuerdos, pulseras, sahris, ropa, telas, cd's, libros y un sinfín de joyas, stickers, estampitas, incluyendo uno especial con artículos usados o tocados por Amma eran vendídos por sus seguidores. Para obras de beneficiencia de Amma rezaban los carteles. La gente pululaba por el amplísimo lugar vitrineando. Algunos meditaban en la parte delantera donde se había situado Amma a entregar sus abrazos.

Nosotras llegamos tarde. No había ya posibilidad de recibir el abrazo hasta después de las 10 de la noche y debíamos regresar a Viña antes. Bajón. ¿qué hacemos? Intentamos conversar con algunos de los organizadores, les explicamos, pero nada, no había solución alguna. Decidimos entonces quedarnos un rato y pasear, ver a Amma a la distancia. De paso, comernos una chaparrita con una salchicha de soya. Había toda una infraestructura de comida rápida en un sector que ofrecía pizzas vegetarianas, hamburguesas de tofu, y otras delicias por el estilo.

En un momento me acerqué adelante, donde los 'seva' (staff) algo nerviosos y en ocasiones, casi neuróticos, coordinaban los abrazos. Me senté en una silla a observar a esta mujer india vestida de sahri blanco, con su característico anillo en la nariz y el punto rojo pintado en el chakra seis ( o tercer ojo). Su sonrisa era alegre y poseía un aura dulce, maternal, holgada. Un señor argentino que estaba a mi lado me preguntó '¿qué número tienes?', 'no tengo' respondí con resignación, 'con mi amiga llegamos tarde y no alcanzamos a quedarnos para los abrazos de la noche'. Su reacción fue en segundos 'Amma quiere abrazarte' me dijo. Su amigo y él nos entregaron sus números. 'No te puedes ir sin recibir el abrazo de Amma'. Sentí una onda mágica, de amor, de entrega y de generosidad, pocas veces sentida en el mundo exterior (por decirlo así). Al poco rato estaba rodeada de seres de enormes sonrisas que me decían 'no puedes irte sin el abrazo de Amma'. Mi sorpresa provocó una emoción conocida por mí pero lejana. No sé cuánto tiempo hacía que no sentía esa gratitud provocada por una entrega así. Me encontré con personas que manejan códigos que conozco pero que no son usados por la mayoría en el mundo en que vivo, por lo tanto a veces quedan adormilados, esperando estas actitudes que los recuerden.

Cuando mi amiga y yo íbamos en la fila hacia el abrazo (darshan), las sonrisas de los argentinos parecían sacadas de una película de paz y amor, de esas que hace rato no se ven y que incluso a veces parecen de 'nerds' en un mundo donde prima la astucia y el sacar ventaja del otro.

Recibi el abrazo de Amma, en medio de la histeria de sus ayudantes que me tomaron cuál marioneta poniendo mis brazos de una forma y de otra, mi cabeza en el hombro derecho de la Iluminada y sacándome bruscamente una vez terminado el abrazo. Después de lo que yo sentí que fue una milésima de segundo, tenía en una de mis manos un dulce y un pétalo de clavel, el que guardé en mi billetera. El dulce me lo comí. Y de la experiencia de Amma, me quedo con el gesto de los argentinos, y la energía de su amabilidad. Todo porque yo recibiera un abrazo.